Edgar Fernández
Centro de pensamiento y teoría PRAXIS
Marzo de 2023 no sólo será recordado como el mes en que nuevamente estalló la crisis capitalista, lo será también por las protestas y huelgas obreras sucedidas en varios lugares del mundo. Si bien los grandes medios enfocan sus intereses en el impacto creciente del cambio climático [1], o en la inflación y la crisis financiera, menos cuidado prestan a las batallas que aquí y allí están librando los trabajadores. De aquí la importancia de prestar atención a una serie de sucesos que están necesariamente relacionados.
La situación depresiva del capitalismo ya no se pudo ocultar a partir de la crisis de 2008, y era esperable que ante la política de bajas tasas de interés –dinero barato- y un incremento inusitado de la deuda mundial [2] se volviese a presentar una nueva crisis en las cercanías de 2019. Pero aquello no ocurrió, como se sabe, debido a la conveniente pandemia que permitió el uso de agresivas políticas de encierro combinadas con creciente gasto público para subsidiar a las empresas y en parte al consumo de las familias. Sin embargo, el respiró duró poco y el remedio condujo a un proceso inflacionario mundial que, al ser enfrentado mediante durísimas alzas en las tasas de interés, inevitablemente redujo los beneficios de los bonos y llevó a la quiebra, por ahora, a tres grandes bancos de los EEUU y Europa.
A diferencia de lo que sucedió en 2008, las políticas de salvamento ya no están a la orden del día [3], en la media que los gobiernos están muy endeudados. Por eso, se concede privilegio a la purga de las entidades y empresas endeudadas, tal como se deduce del mensaje de Biden (13-03-23) frente a la crisis del Silicon Valley Bank, al afirmar que los accionistas no serían protegidos porque “así funciona el capitalismo”.
Esa perspectiva fue confirmada por Larry Fink -director del grupo inversor más grande del mundo, Black Rock- al “prever” que todavía se presentarán “colusiones y cierres”. De modo que la crisis podría desenvolverse en forma lenta como sucedió después de 1980, cuando la FED -como ahora- subió agresivamente las tasas de interés hasta conducir a la economía mundial a la llamada crisis de deuda, en 1982 [4]. Esta perspectiva ha sido confirmada por esa entidad al volver a subir la tasa de interés en 0,25%, llevándola hasta el 5% [5] (22-03-22), haciendo crujir de nuevo las bolsas occidentales.
Sin embargo, parece que precipitar la crisis capitalista mundial hace parte de una política de choque [6] mediante la cual el gobierno de los EEUU busca recuperar su hegemonía, al menos, dentro del capitalismo occidental. Ésta se complementa con una reversión de la política globalista de las décadas pasadas, buscando ahora fracturar el mercado y el poderío mundial en un estilo similar al que prevaleció durante los años de la Guerra Fría. Por ese medio, se buscaría fijar las nuevas líneas bajo las cuales se pretende encerrar el avance de China.
La burguesía occidental es plenamente consciente de esta agenda. Así lo dejó saber Fink, en la citada carta, al interpretar el proceso inflacionario y la ruptura de las cadenas de suministros como “una compensación entre precio y seguridad” de la que “América del Norte podría ser uno de los mayores beneficiarios mundiales”. Y de esto se está asegurando el gobierno de Biden al entregar mil millonarios subsidios en producción de chips, energías alternativas, autos eléctricos e inteligencia artificial [7]. Política que no sólo va contra China, sino que ya está afectando a la producción de Europa, logrando que recientemente Tesla trasladara parte de su producción de autos eléctricos de Alemania a los EEUU. Ante esta “competencia” los capitalistas europeos sólo han atinado a elevar algunas quejas.
La precipitada respuesta de Rusia frente al cerco de la OTAN, con la guerra sobre Ucrania, permitió que los EEUU modificaran la inclinación de la UE respecto de China. Más aún, la respuesta de los gobiernos europeos ha sido torpe y postrada, de modo que no solamente han reducido sus lazos comerciales con Oriente, sino que además pagan los sobreprecios de las materias primas de energía –gas y petróleo-, debiendo además comprometer crecientes recursos para sostener la guerra en Ucrania –munición, armas, tanques, aviones- y aplicar costosas políticas de rearme. Se tiene entonces, que el gran perdedor es Europa, porque Rusia y China en poco o nada han sido afectadas, mientras los países europeos ahora enfrentan la inflación, la crisis bancaria y una oleada de huelgas que cuestiona los injustificados ajustes en salarios y pensiones, máxime cuando los presupuestos de guerra que sólo van al alza.
Es este conjunto de condiciones de la crisis capitalista el que ha provocado la creciente oleada de protestas y huelgas.
En Reino Unido las luchas del proletariado se iniciaron en diciembre del año pasado y aún a mediados de este mes movilizan a decenas de miles de trabajadores, como lo atestiguan las imágenes del 15 de marzo en Londres. Enfermeras, trabajadores de los sectores de transporte, correos y educación buscan incrementos salariales que compensen la caía del salario en 10% durante los dos últimos años [8]. Este resultado depende, en buena parte, de la creciente presión inflacionaria que ejerce el servicio de electricidad y combustibles, y de la cual usufructúan las petroleras Exxon y Shell, que vieron como nunca multiplicadas sus ganancias en 2022.
En Francia las protestas contra la reforma pensional propuesta por Macron iniciaron a mediados de enero, y al día de hoy (23-03-23), sólo se han intensificado y expandido a todo el país, debido a su aprobación autoritaria por encima del parlamento.
El Presidente, que en 2019 había descartado una reforma paramétrica al sistema de pensiones, pasó a imponer un incremento de la edad de jubilación de 62 a 64 años y del periodo de cotización 42 a 43 años, bajo el argumento de querer evitar un aumento de la deuda. Actualmente en Francia el costo de las pensiones es del 14% del PIB, sin embargo, el sistema mantiene el equilibrio y bajo escenarios poco probables de desempleo (7%) sólo generaría un déficit de 0,7% del PIB en 2032 [9]. Se tiene entonces, que el gobierno y el capital sí cuentan con recursos crecientes para la guerra y el rearme, pero no para cumplir el acuerdo social dirigido a mantener las condiciones de vida de los proletarios, tras una vida de trabajo succionada por los capitalistas.
Para lograr tal objetivo Macron no dudó en desechar los mecanismos democráticos y esto enardeció aún más a los trabajadores, que al día de hoy inmovilizan gran parte de Francia. En la medida que la mayoría de los franceses y partidos políticos rechazaban el proyecto, el gobierno utilizó el artículo 49.3 de la constitución y logró saltar la votación en la cámara baja donde tenía minorías, de ese modo, se debió recurrir a una moción de censura que sólo podía ser aprobada por mayoría absoluta, resultado que no se dio. Es así que tres y medio millones de trabajadores, en esta octava jornada de protestas, han pasado a trancar vías, puertos y aeropuertos afirmando que no cederán hasta hacer reversar la imposición, mientras el gobierno de Macron incrementa el pie de fuerza y los arrestos. En síntesis, la lucha de clases se vive con gran intensidad en las calles de toda Francia.
El problema pensional, que afecta a la mayoría de los proletarios del mundo, y que deriva de la intención de hacer que los proletarios laboraren durante más tiempo en toda su vida, también cobra presencia en Uruguay por medio de una iniciativa gubernamental que pretende elevar la edad de jubilación de los 60 a 65 años, de allí que se hayan movilizado en su contra algunos sectores sindicales este 23 de marzo.
En Grecia se han reanudado las protestas, esas que años atrás fueran ejemplo en el mundo proletario, tras años de imposición de los ajustes de la Troika y Syriza. Esta vez ha sido el choque de dos trenes, el 28 de febrero con 57 víctimas mortales, lo que ha motivado una serie de jornadas de protestas, ya que el accidente se produce por el descuido de la red férrea ante los recortes de gastos que impuso el ajuste macroeconómico. Así, durante los días 2, 8 y 16 de marzo se han desarrollado jornadas de huelga en las que se unen estudiantes, profesores, médicos, conductores, pilotos, siendo su principal protagonista los trabajadores ferroviarios, quienes han llenado las calles y plazas de Atenas y han sido violentamente reprimidos por las fuerzas policiales.
La intensidad de las luchas se despliega también por Israel, los EEUU y Corea del Sur. En los EEUU, más precisamente en el distrito de los Ángeles, son los maestros y trabajadores de la educación quienes por estos días desarrollan una huelga de tres días. Esto implica la afectación de 1000 colegios y 420 mil estudiantes, incluidos los sistemas de comedores escolares. Así, unos treinta mil trabajadores -choferes, guardias, conserjes, asistentes empleados de las cafeterías y maestros- se han unido para exigir, después de tres años, un nuevo contrato colectivo con un incremento salarial del 30%, y dos dólares más para quienes sólo ganan diez a la hora, reivindicación más que justa porque la hora promedio en 2022 fue de 22 dólares. En la media que la respuesta del distrito ha sido la burla, al ofrecer un incremento de sólo el 5%, es factible que las jornadas de protesta se vuelvan a repetir, tal como ya lo han dejado saber los dirigentes de los sindicatos.
En Israel la situación es tan tensa que Canal 13 divulgó una encuesta en la que “el 58 por ciento de los israelíes estima posible el inicio de una guerra civil o de enfrentamientos violentos en el país” [10]. Este 23 de marzo las protestas se tradujeron en cortes de vías y bloqueos a los puertos, al cumplirse el Día de la Parálisis Nacional, tras diez semanas de protestas, en especial sucedidas los sábados en la noche, pero que se recrudecieron con cuatro jornadas en la presente semana, a partir del sábado 19 cuando se reunieron unas 260 mil personas en más de cien puntos en el país [11]. El agudo conflicto político se ha producido a raíz de un proyecto de reforma al sistema judicial con el cual Netanyahu pretende evadir el juicio por corrupción.
La propuesta de reforma pretendería suprimir “la capacidad del Supremo de revisar y anular leyes anticonstitucionales y da al ejecutivo control total en el nombramiento de jueces” [11]. En esa dirección, este 23 de marzo fue aprobada la primera de las leyes, estipulando que “que un primer ministro sólo puede ser considerado no apto para gobernar por motivos de salud o mentales, y que solo él o su gobierno pueden tomar esa decisión” [12]. De ese modo Netanyahu evitaría su destitución ante el juicio por corrupción, incurriendo en el costo de profundizar las divisiones entre laicos, judíos y ultra-ortodoxos, y creando una fracción en su contra en la que se encuentran capitalistas, militares y ex altos funcionarios, de allí el temor a una guerra civil. Este escenario político candente también podría estallar en los EEUU, ante el potencial arresto de Donald Trump debido al proceso jurídico por haber pagado el silencio de una estrella porno, decisión que evidentemente beneficia a la fracción Demócrata ante la próxima campaña a la presidencia.
Mientras, en Corea del Sur, como si se tratara de una nueva versión del Juego del Calamar, el gobierno había introducido una reforma para extender la jornada laboral máxima a 69 horas semanales, pero fue exitosamente derrotada por las protestas. En la actualidad se consideran 40 horas normales y máximo 12 de extras, sin embargo es el tercer país con mayor intensidad en horas de trabajo, con 2069, después de México y Costa Rica [13], siendo uno en los cuales las muertes por exceso de trabajo es más frecuente. La iniciativa había sido justificada por el ministro de trabajo bajo el argumento que las mujeres podrían acumular horas y luego utilizarlas para el cuidado de los niños, falacia que provocó una reacción violenta entre los trabajadores jóvenes [14] y los sindicatos, que la calificaron de tóxica.
En resumen, los vientos de lucha son producto del hedor de un sistema social totalmente retrogrado que es incapaz de garantizar las más mínimas condiciones de vida al pueblo trabajador que explota. Por eso, a los proletarios y proletarias de todo el mundo nos corresponde solidarizarnos con sus luchas y sumar fuerzas para que la relación capitalista termine por derrumbarse, condición necesaria para que pueda brotar otra forma de ser y vivir en el mundo.
Referencias
1. El “Cambio climático 2023: informe de los informes”, que señala la mayor urgencia de bajar las emisiones de gases y bajas en temperaturas.
2. 256% del PIB mundial en 2020, según el FMI.
3. Tras la crisis de 2008 las regulaciones dan preferencia a cubrir a los ahorradores antes que a los accionistas.
4. “Carta anual del presidente de Larry Fink a los inversores”.
5. En abril de 2022 esa tasa era apenas del 0,33%.
6. Una excelente explicación de su contenido en “La doctrina del shock, el auge del capitalismo del desastre”, Naomi Klein.
7. 369.000 millones en subvenciones para autos eléctricos, 52.700 para chips, y 43.000 millones de dólares en energías renovables.
8. “Huelgas en el Reino Unido. El síntoma de un capitalismo enfermo”. Sergio Latorre, Centro de Pensamiento y Teoría Praxis. https://www.centropraxis.co/post/huelgas-en-el-reino-unido-el-sintoma-de-un-capitalismo-enfermo.
9. “El sinsentido de la reforma de las pensiones”, Pierre Khalfa, en rebelion.org, 20/01/2023.
10. Citado en Presa latina 23-03-2023.
11. Citado por DW noticias, 19-03-2023.
12. The Sandiego Unión-Tribune, en español- 23-03-2023.
13. Datos OCDE.
14. “Corea del Sur renuncia a subir la jornada laboral a 69 horas tras las protestas de los jóvenes”, en Público, 19-03-2023. Ver también en Artículo publicado en la página de Rebelión, Justin McCurry, 17/03/2023.
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