Susana Gómez
Centro de Pensamiento y Teoría Praxis
Rappi es el tipo de empresa parasitaria por antonomasia. A pesar de haber recibido más de 2.000 millones de dólares de inversión, la mayor parte de los medios de producción con los que opera los ponen unos trabajadores, a los que no reconoce vínculo laboral, y que son los que soportan todos los costos de reparto. Sin embargo, Rappi cobra una comisión de intermediación del 25% a los comercios y otra del 10% a los consumidores. En total recibe una renta neta del 35% por un servicio que no brindan, pues sólo son intermediadores como gustan recalcar una y otra vez, y aún así funcionan a pérdidas y con un patrimonio en número rojos. En este contexto, a las puertas del fin de la burbuja especulativa de estas plataformas, es que se debate una propuesta laboral que debería servir no sólo para proteger, sino también para organizar a este sector tan vulnerable del proletariado.
La crisis de acumulación y las nuevas formas de explotación a medida
Durante las crisis de acumulación, los capitalistas aprietan aún más las tuercas de su maquinaria de explotación y comienzan a saltar chispas. Las mismas chispas que prendieron las calles de Colombia durante los paros de 2019 y 2021, son las que estamos viendo incendiar las calles de Europa y las que alumbran el camino de la lucha proletaria, al transformar la apatía en rabia.
Pero por más que aprietan las roscas, el mecanismo de extracción de valor del capital está tan estrangulado que parece que fuera a saltar por los aires de un momento a otro. Como una inmensa maquinaria vieja se va reventando por partes: desde grandes empresas a pequeños negocios cerrados, bancos quebrados, despidos masivos y cientos de miles de proletarios y proletarias que transitan su adultez sin haber conocido nunca un trabajo estable. Por su parte, los Estados incrementan sus presupuestos de defensa, adentrándose a esos callejones de guerra a los que se han abocados en las anteriores grandes crisis: la guerra comercial, la guerra interimperialista y sobretodo la guerra interclasista.
Mientras tanto, los ingenieros de capital ensayan métodos para reajustar el mecanismo de acumulación. Donde no pueden incrementar la productividad, se inclinan por renovar procesos de trabajo basados en la hiperexplotación, pero enmascarándolos bajo llamativas aplicaciones virtuales que se utilizan para desechar los derechos y prerrogativas laborales ganadas por la clase proletaria.
Estas prácticas de explotación articuladas a través de plataformas digitales agarraron fuerza a partir de la crisis de 2008, cuando el incremento del desempleo - fundamentalmente del desempleo a largo plazo- allanó el camino para incrementar la desregularización del trabajo. Al igual que la tendencia hacia la tercerización, la deslocalización, el recorte de prestaciones sociales e incluso la vuelta a formas muy antiguas de explotación como el trabajo a destajo, la “flexibilización” a través de plataformas funciona comootro mecanismo del capital para incrementar la extracción de plusvalía, pero ahora bajo la forma de sofisticadas aplicaciones tecnológicas. En realidad hacen parte tanto de la intensificación de la lucha de clases, como de la competencia capitalista, aunque en poco incrementan la productividad del trabajo, ni ayudan a revertir la crisis.
Ahora bien, todo indica que la burbuja de las start-ups [1] está cercana a reventar, lo cual explicaría el desespero del CEO de Rappi.Esto vuelve más urgente y necesaria una reforma laboral que se encamine a proteger a los trabajadores que dependen de esas plataformas, las que como garrapatas con forma de mostachos se enganchan a la espalda de los rappitenderos y se alimenta de su sangre en cada pedaleada.
Lo que hay detrás de las plataformas digitales de trabajo
Las plataformas digitales de trabajo no son formas novedosas de generación de empleo, como se ha posicionado en los medios, sino manifestaciones de una subordinación laboral que evade las responsabilidades y exigencias que genera un vínculo laboral [2]. Esta subordinación laboral revestida de la más absoluta precarización es renovada por un soporte lógico y logístico bajo el cual se esconde una forma perfeccionada e intangible de control y vigilancia basada en datos e información.
A pesar de publicitar “libertad y colaboración”, la sumisión que imponen estas empresas es más omnipresente porque no se hace inmediatamente explícita. Empresas como Rappi establecen las reglas, los criterios de evaluación y los métodos de vigilancia sobre los trabajadores y su trabajo a través de un algoritmo programado para incrementar el control y la explotación del trabajo y así maximizar la ganancia, pero del que nunca informan cómo funciona. Para más desconcierto y mayor dominación, el algoritmo va cambiando por lo que el trabajador queda sujeto a normas presentes y futuras, a lo existente y a lo hipotético. Lo peor es que el control sobre el trabajo se transfiere a una multitud de consumidores, que evalúan a los repartidores en cada servicio demandado. El resultado de la evaluación queda visible para cada usuario que pretenda acceder al servicio de ese trabajador [3].
Los consumidores alimentan la “matrix” y hacen parte del vigilante colectivo que fiscaliza de forma permanente al trabajador, quien sabe que constantemente es monitoreado y evaluado, que todas sus acciones son datos susceptibles de ser recolectados y procesados. La app, el código QR de su maleta, los restaurantes, los clientes, todo alimenta la base de datos de la empresa y refuerza el control virtual al que es sometido.
Como va comprobando día a día, el látigo del algoritmo es mucho más despótico y opresivo que cualquier supervisor. Controla día y noche. Lo que hace o lo que deja de hacer tiene consecuencias, porque la matrix todo lo ve, todo lo anota y nunca olvida. Si se porta bien, el algoritmo le premia y de paso le aprieta un poquito más las clavijas; si se porta mal le desconecta por un tiempo para que modifique su comportamiento. La libre elección que queda en sus manos es la de ser un “colaborador” diligente y sumiso o quedarse sin trabajo, porque si reincide en su indisciplina la matrix le bloquea.
El control virtual puede pasar a formas menos sutiles y más intimidantes cuando es necesario. Rappi tiene denuncias en la Fiscalía de Colombia por presuntas intimidaciones y seguimientos a empleados, los cuales incluso han tenido que abandonar el país [4] En Argentina, donde más rápido y con más amplitud se crearon sindicatos y asociaciones para exigir mejores condiciones laborales, los trabajadores que protestan son bloqueados o dados de baja, como reconocen sus directivos. De hecho en este país se llevó a cabo una huelga en 2018, a través de la cual consiguieron que se aumentara un 15% el pago por domicilio. Sin embargo, la compañía bloqueó a la mayoría de los trabajadores que participaron en la huelga [5].
Rappi cuenta también con denuncias por lavado y fraude fiscal [6], además de miles de acciones legales relacionadas con “bloqueos crónicos y arbitrarios a cuentas”, de multitud de querellas en los ministerios de trabajo de todos los países donde opera por violación al derecho de asociación y de negociación colectiva, e incluso con multas por violar las normas de tratamiento de datos de los usuarios. Y es que según la Fundación Karisma, dedicada a la seguridad digital, la aplicación “aún no ofrece la opción de darse de baja. Tan solo se puede eliminar del móvil. Por eso sigue utilizando tu número de teléfono, el historial de compras, el correo y otros datos de forma totalmente indebida y muy poco transparente” [7].
Como sostiene Srnicek, autor del libro Capitalismo de Plataformas [8], estas empresas son un potente aparato extractor de datos, que se convierten en un tipo particular de materia prima para optimizar los procesos de producción, el conocimiento de las preferencias de los consumidores, controlar a los trabajadores y brindar los cimientos para nuevos productos y servicios que vender a los anunciantes.
En Argentina, el centro de estudios Fundar pudo detectar que las plataformas de domicilios como Rappi extraen al menos 173 datos en total: de los propios clientes (50), de los comercios que elaboran las comidas (32), de los repartidores (65) y de la misma plataforma (35) [9].
A pesar de que existe una convergencia entre vigilancia y actividad lucrativa, el gigantesco financiamiento que las grandes fundaciones, corporaciones y fondos de inversión otorgan a estas start-ups estaría más relacionado con el interés en la recolección de datos y la extensión de lo que también se conoce como “capitalismo de vigilancia” y menos con una rentabilidad que pocas veces se alcanza –el 90% fracasa- y que cuando se logra tiene poca proporción con el dinero invertido. No olvidemos que los datos no sólo sirven para controlar el presente, sino también para anticipar conductas y así dirigirlas o influenciarlas.
La burbuja de las start-ups a punto de reventar y Rappi en una situación de retroceso
Rappi hace parte de lo que Srnicek llama plataformas austeras, que son aquellas que reducen al mínimo los activos propios y externalizan todos los costos que se derivan de su actividad, trasladándoselos a sus trabajadores. En muchas ocasiones su único activo es la aplicación- que incluso puede ser alquilada-, mientras que el resto de los medios de producción que entran en el proceso productivo, como los medios de transporte y los implementos distintivos de la empresa, corren a cargo de los trabajadores.
Pero el término de austera no significa que no tengan capital. En realidad han recibido ingentes cantidades de recursos de los Fondos de Riesgo, cuyo traslado fue favorecido por la política monetaria laxa- de bajos tipos de intereses- y por la enorme cantidad de capital excedente generado en las últimas décadas. Rappi en concreto ha tenido de 2018 a 2021 siete rondas de inversión, en las que ha levantado cerca de 2.200 millones de dólares.
Estas inyecciones de capital no son préstamos, sino inversiones. En cada ronda los inversionistas se quedan con un porcentaje del capital social, que suele ser cercano al 20%. Aunque no sabemos qué porcentaje se negoció en cada una de ellas, según André Bilbao –integrante del equipo fundador de Rappi- en la primera ronda se entregó el 50% de la compañía a los inversionistas [10], por lo que a estas alturas el porcentaje de capital social en manos de los fundadores debe ser meramente simbólico, en términos porcentuales.
Esto implica dos cosas: a) que no tenga más campo para financiarse por esa vía, debido a que es muy probable que ya haya agotado todas sus rondas de financiación; y b) que por mucho que sus fundadores usen el mantra de “empresa colombiana” como disculpa más que cínica para explotar impunemente a sus trabajadores, Rappi no es más que otra multinacional que explota fuerza de trabajo colombiana- entre otros países de AL- para engordar una burbuja a la que han apostados distintos capitalistas.
En realidad las start-ups siempre han sido apuestas regidas por la estrategia de sus inversionistas, de “crecimiento primero, ganancias después” [11]. Por eso la colosal masa de recursos que reciben tienen más que ver con la necesidad de acaparar mercados, que con la exigencia de ser rentables. Los inversionistas, como en el juego del Risk, apuestan a controlar todo el tablero de juego. Hasta que la start-up no alcanza un estatus de monopolio, o cuasi-monopolio, su valor de mercado es totalmente especulativo. Pero como en todos los juegos, el asunto se complica cuando se acaba el tiempo, que es precisamente lo que sucede ahora con el cada vez más inminente fin de la burbuja especulativa de las start-ups.
Y de todas, las que parecen estar peor paradas son las de reparto a domicilio. La recesión, la inflación y la subida de las tasas de interés han motivado una progresiva pérdida del poder adquisitivo de los consumidores; y con los salarios reales cayendo en picado, era de esperar que las familias recortasen gastos extras. Deliveroo, Glovo, Gorillas, Gemir, GoPuff, DoorDash, entre otras... recortan plantilla, cesan actividades en varios países y ven desplomarse sus acciones. Las start-ups que no consiguen quien las compre suspenden sus operaciones, mientras que otras son cerradas por sus compradores al poco de ser adquiridas.
¿Y cómo queda Rappi en este punto? La empresa quedó valorada en US$ 5.250 millones después de su última ronda de liquidación [12]. Pero nada respalda esa cifra. De hecho esa valoración es sólo un envite que debe validarse en un “evento de liquidez”. Y estos eventos de liquidez pueden ser de tres tipos: i) que entre a cotizar en bolsa, lo que no puede suceder mientras de pérdidas; ii) que otra empresa la compre; o iii) que quiebre.
Por ahora lo más cercano a un evento de liquidez fue la venta de uno de sus propietarios-Delivery Hero- en enero de 2022 de una porción importante de su participación por US$150 millones [13]. La rentabilización parece que no fue tan buena, ya que invirtió US$ 130 millones en 2018 y si el mercado realmente hubiera respaldado el valor de Rappi por US$ 5.250 millones, debería haber recibido cuatro veces más por las acciones vendidas. Por tanto todo indicaría que el hipotético valor de mercado de las start-ups en general, y de Rappi en particular, está muy inflado.
La decepcionante salida a bolsa de la empresa Deliveroo en 2021 marca precedentes: en su primer día las acciones cayeron 30% y su valor de mercado se redujo en US$ 2.600 millones en un solo día. Y esto sucedió antes de la espiral de inflación, de la subida de los intereses y a pesar de estar respaldada por Amazon [14].
Por tanto, una posible entrada en bolsa de Rappi parece algo muy lejano, ya que ningún año ha conseguido dar beneficios y durante los últimos ejercicios su patrimonio neto ha pasado a ser negativo. Tampoco ha ayudado a su imagen la abrupta caída en el listado de las 1.000 empresas más grandes del país, bajando del puesto 385 al 771 en sólo un año. En este listado aparece dentro del 12% de empresas que dan pérdidas y del aún más selecto grupo del 2,7%, que dan pérdidas y tiene patrimonio negativo [15]. Que sus pérdidas alcancen al 95% de sus ingresos operacionales es un dato más que relevante.
Lo que vemos es que la empresa continúa ‘quemando caja’, es decir, gastando capital para seguir funcionando, aunque ya no parece que le quede mucho juego. La única vía que le resta es seguir inflándose para que alguna empresa grande la compre antes de que reviente la burbuja. Esta vía aclararíatanto la reciente compra de la empresa de reparto brasileña Box Delivery [16], como su inserción impulsiva en todos los sectores comerciales posibles, RappiTravel, (compra de tíquetes aéreos), RappiGames(juegos en linea), TurboFresh (envíos de despensa a toda prisa), RappiCash (retiro de dinero a domicilio),RappiLiveEvent, RappiMúsica, .... También explicaría el reciente salto a la banca digital, con el que RappiPay pasa de ser una billetera digital con opción a tarjeta de crédito a ofrecer los servicios completos de un banco en línea.
Pero sobretodo, nos ayudaría a entender la relación que hay entre esta “expansión a la desesperada” con su paranoia frente al proyecto de reforma laboral que, entre otras cosas, entraría a regular el uso de datos. En general Rappi teme que el proyecto de reforma pueda ser percibido como una mala señal para el mercado, y que contribuya a empeorar la deteriorada imagen que sus cifras de negocio reportan a unos inversionistas impacientes por cobrar sus apuestas antes de que la burbuja reviente. Y es que los principales socios de Rappi también están en apuros financieros: SoftBank registró pérdidas por 23 mil millones de dólares en 2022, Vision Fund lleva cuatro trimestres en números rojos [17], Sequoia Capital fue una de las que más perdió con el derrumbe de FTX y ahora enfrenta una demanda colectiva y Delivery Hero, que mantiene un 8% del capital social de Rappi, también empezó a dar pérdidas.
Alejándose cada vez más del punto de equilibrio financiero (break-even point), sin poder dar el salto para cotizar en bolsa y sin acabar de concretar ofertas de compra atractivas, el último “evento de liquidez” -el de la quiebra- iría ganando terreno en un escenario de subida de las tasas de interés y de drástica reducción de la financiación del capital de riesgo.
Además de la Reforma Laboral se necesitan más propuestas
El proyecto de ley viene a responder a algunas de las denuncias y demandas que se venían haciendo desde el campo proletario frente a esta modalidad de hiperexplotación que se impone desde el llamado capitalismo de plataforma. Esto en tres ámbitos: a) reconocer la relación de trabajo y vincularlos mediante contrato de trabajo, gozando de todos los derechos y garantías aplicables a los trabajadores y trabajadoras dependientes; b) garantizar el derecho a la seguridad social y c) regular y garantizar la transparencia de los sistemas automatizados de supervisión y toma de decisiones, impidiendo que los trabajadores sean suspendidos, restringidos o cancelados de la plataforma o retenidas su remuneraciones injustificadamente. Además se veta el manejo de datos personales que no estén directamente relacionados con la ejecución del contrato.
Este último punto de regular y garantizar la transparencia del funcionamiento del algoritmo y el manejo de datos es crucial, ya que estas empresas se están utilizando para alimentar una red de disciplinamiento y control social sin precedentes. Un solo ejemplo para reseñar este punto: el 98% de los responsables de recursos humanos usarán este año algoritmos e Inteligencia Artificial para decidir a quién contratan, a quien ascienden y a quien despiden [18].
El proyecto de ley no establece que el contrato tenga que ser de ocho horas, de hecho contempla la posibilidad de reglamentar modalidades de tiempo parcial, tampoco establece la exclusividad, si no antes bien especifica que no podrá pactarse cláusula de exclusividad. Lo que establece es que al final de cada mes se informará a los trabajadores y a las entidades recaudadoras de aportes el número de horas laboradas, incluido el tiempo en que estuvieron conectados a la plataforma, y se pagará y cotizará en función de ellas.
Y aunque sin duda es una propuesta reformista, aporta cierta protección a unos trabajadores que hasta ahora se encuentran en la más absoluta indefensión y le recorta poder al capital, en el momento en que éste necesita con más desesperación arreciar su lucha contra el trabajo. Es importante, por tanto, aprovechar esta reforma para fortalecer el sindicato de trabajadores y trabajadoras de plataforma e impulsar un convenio colectivo para el sector.
También resulta interesante que en la exposición de motivos de la reforma se reconozca, aunque de forma tímida, al capitalismo como un sistema de opresión que se basa en relaciones desiguales y de explotación laboral” [19].
Sin embargo, su mayor limitante es que no propone alternativas positivas para revertir la precarización y hacer frente a la más que anunciada debacle de las plataformas. Como plantea Srnicek, “en vez de sólo regular las plataformas corporativas, se deberían realizar esfuerzos para crear plataformas públicas -plataformas propiedad del pueblo y controladas por él" [20].
El momento es propicio. El gobierno podría implementar una plataforma de reparto pública o mixta (cooperativa de repartidores-estado-comercios) anticipándose al probable quiebre de Rappi, ya que de producirse, muchos factores políticos y económicos de forma tramposa podrían echarle la culpa a la reforma laboral.
Una plataforma pública o mixta serviría de “red de salvamento”, pero esta vez ejecutada para rescatar a los trabajadores y no a capitales parásitos y especulativos. Los beneficios serían múltiples y favorecerían a amplios sectores sociales.
Al no necesitar los colosales gastos de expansión monopólica, podría operar con comisiones de reparto mucho más bajas que las actuales, beneficiando a los comercios pequeños y medianos- cuyos escasos márgenes son hoy cercenados por las plataformas- y reduciendo los precios para los consumidores. Además, a través de ella el Estado podría impulsar “subvenciones cruzadas”, que combinase el actual servicio con ayudas sociales, llevando medicinas y mercados a personas incapacitadas o adultos mayores, por ejemplo.
Pero lo más importante es que garantizaría mejores condiciones de trabajo para los repartidores, generaría más empleo y ayudaría a disminuir la intensidad de la competencia sobre los trabajadores, al permitir planificar mejor la gestión social y cooperativa entre ellos.
Este aspecto es muy relevante, ya que más del 60% de los repartidores de Rappi pertenecen al proletariado migrante que, sumido en una doble condición de vulnerabilidad -problema jurídico y presión económica-, se ve obligado a aceptar jornadas laborales muchos más largas. Obviamente, los capitalistas programan el algoritmo para incentivar y sacar provecho de una rivalidad inducida por la extrema necesidad.
Así, una plataforma mixta en la que los trabajadores participaran en la planificación de las rutas y la distribución del trabajo, ayudaría a fortalecer la organización, solidaridad y poder de lucha de este sector del proletariado, desterrando la xenofobia y la oporofobia que lo divide y dificulta su conciencia de clase.
Socializar estas plataformas es la única manera de transformar esas herramientas de control y dominación al servicio del capital, en medios para la planificación social. La “matrix” no es un ente autónomo, si no una forma en que se materializa el poder de los capitalistas. Por lo tanto, todos los algoritmos que hoy programa el capital, deberá ser reprogramados por el proletariado y esto sólo se logrará con organización, movilización, gestión y lucha.
Referencias
1. Se suele denominar starup a las empresas de reciente creación que mediante el uso de nuevas tecnologías, desarrollan ideas innovadoras a partir de modelos de negocios escalables y por ello susceptibles de crecimientos exponenciales.
2. Para saber más acerca de la subordinación laboral de los trabajadores de Rappi leer el trabajo: “La relación laboral en los trabajadores vinculados a la plataforma Rappi (2018-2021)”. Recuperado de: https://hdl.handle.net/10901/22350
3. Costhek, L. (2018). Uberización: nuevas formas de control, organización y gestión del trabajo. En O. López, & A. Cuevas, Trabajo, derecho y subjetividad .Universidad Libre
8. Srnicek, N. (2018). Capitalismo de plataformas (A. Giacometti, Trad.). Caja Negra
11. la misma que emplearon las empresas punto-com hasta que se reventó su burbuja
16. https://forbes.cl/actualidad/2023-04-10/rappi-compro-la-empresa-de-reparto-brasilena-box-delivery/
19. Exposición de motivos del Proyecto de Ley, página 83
20. Srnicek, N. (2018). Capitalismo de plataformas (A. Giacometti, Trad.). Caja Negra
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