Por: Juan Camilo Baracaldo
Una de las características fundamentales del capitalismo es la intensa disputa al interior de la burguesía por apropiar el excedente producido por los trabajadores. Sin esto en mente al interpretar el escenario en Ucrania, es fácil caer en explicaciones que exaltan los aspectos políticos e ideológicos (desde el nacionalismo hasta una nostálgica visión de la URSS) en detrimento de una comprensión más profunda. Por ello la intención en esta reflexión es identificar los intereses de los bloques imperiales de oriente y occidente sobre Ucrania. Lectura que debe ser abordada de la mano de una interpretación de la crisis de acumulación y la reconfiguración del capital más allá de Ucrania.
En 1936 durante el congreso del partido en Núremberg Hitler señalo: “Si pudiéramos disponer de la incalculable riqueza y las reservas de materias primas de los montes Urales y de las interminables y fértiles llanuras de Ucrania para explotarlas bajo el mando nacionalsocialista, el pueblo alemán nadaría en la abundancia” [1]. En efecto, los suelos ubicados en la actual Ucrania (Chernozem) al tener capas de materia orgánica de hasta 220 cm [2], serían determinantes del rol subordinado/proveedor (de granos y también carbón del Donbass) que la antigua república soviética cumpliría durante el periodo de economía de guerra, situación era comparable a la de otras naciones de Europa del Este que terminarían abandonando el Pacto de Varsovia para incorporarse en la OTAN, tras décadas de un capitalismo de Estado que industrializó la región, pero que se abocaba a un periodo de languidecimiento crítico hacia la década del 70.
El interés de Hitler por estas tierras ha sido heredado por grandes corporaciones multinacionales que presionan la eliminación de la aún existente moratoria para la venta de tierras agrícolas hacia extranjeros. Sin embargo, estas corporaciones se alían con el capital nacional al que usan de testaferro como sucede con la ucraniana AgroGeneration, la cual ha incrementado su posesión de tierras recibiendo más de 300 millones de dólares de sus socios [3] del capitalismo occidental, entre los que destacan: la minera Glencore, el European Bank (EBRD) y el US-Ukraine Business Council [4], que incluye, entre otros, a la firma de inversores SigmaBleyzer, la estadounidense Monsanto (ahora Bayer), Dupont, Cargill, Exxon y la multinacional Raytheon Technologies del sector armamentístico. El capital chino tampoco se ha quedado atrás, pues ya en 2013 ha adquirido derechos por medio siglo sobre el 9 % de la tierra cultivable de Ucrania (en el oeste de Donestk), por 2.600 millones de dólares [5], renta que tampoco molesta a las oligarquías ucranianas.
En todo caso los negocios se mueven mejor sobre conflictos congelados o superados, de allí que establecer alianzas-control de largo plazo que aseguren estabilidad sea el camino de mayor confianza, por supuesto de la mano del control militar, pues el vaivén entre gobiernos pro rusos, pro europeos e intermedios no deja satisfechos a los capitalistas de los respectivos bloques. Así Ucrania ha sido presionada a elegir un bando en medio de una gran crisis de deuda y bajísimo crecimiento desde la “restauración capitalista” en la que ha sido la peor librada de Europa del este [6]: por un lado, el FMI usa sus nuevos créditos (extensión de préstamos por 5.000 millones de dólares) como mecanismo para exigir privatizaciones, una fuerte política de austeridad del gasto público que afecta el acceso a bienes de consumo colectivo para la mayoría de trabajadores [7] y asistencia técnica por diez mil millones de dólares condicionada a seguir liberalizando el mercado de tierras a los inversionistas extranjeros [8]. Por el otro lado Rusia exige el pago de una deuda que asciende a 3.000 millones de dólares y que desde la crisis en 2013 está aún sin saldar [9], y que podría justificar en parte el anexionismo territorial de Crimea a Rusia a manera de cobro. Ucrania es halado por los imperialistas desde ambos costados y en medio aflora un nacionalismo que resulta siendo funcional al capital de occidente.
En la disputa no hay solo tierra fértil y deudas de por medio. El 16 % del consumo de gas natural europeo pasa por Ucrania [10] y esta obtiene una renta por tránsito que explica el 3,8 % de su PIB. El 40 % del consumo de gas europeo depende de Rusia. Si bien Noruega, Argelia y Qatar con 18 %, 11 % y 4 % respectivamente suplen el resto de las importaciones del viejo continente, estos últimos no pueden ampliar la oferta del recurso, por lo menos a corto plazo. Argelia no se puede permitir más exportaciones a costa de su consumo interno y las importaciones desde Qatar (denominado por Biden principal aliado no perteneciente a la OTAN en enero del presente año [11]) son inviables pues están empeñadas con contratos de largo plazo hacia al noreste asiático donde se dirige el 75 % de sus exportaciones [12], con lo cual solamente se podría redireccionar entre el 10 % y el 15 % del combustible de este emirato. El panorama es incluso más dramático para Europa, ya que las proyecciones de la demanda de gas sugieren un crecimiento de hasta un 80 % hacia el año 2050 [13]. De mantenerse el escenario actual, la dependencia del gas proveniente de Rusia se incrementaría hasta el 60 %.
Hoy seguramente Europa lamenta que durante el gobierno Trump, no se avanzara en negociaciones sobre asuntos nucleares con Irán (también productor de gas) y que al contrario a punta de sanciones, lo terminaran acercando a una Rusia que viene configurando un bloque de alianzas en oriente medio. También valga recordar, a propósito del congelamiento del proyecto de gasoducto Nord Stream 2, que hace años occidente va perdiendo batallas de este tipo: en el año 2009 cuando con apoyo económico estadounidense proyectó la construcción del gasoducto Nabucco, que pretendía abastecer el 10 % del consumo de gas europeo [14] desde Asia central, principalmente de Azerbayan, Rusia respondió con la construcción del South Stream, un gasoducto que atraviesa el mar negro evitando a Ucrania y pasando por Bulgaria, Serbia, Hungría, Eslovenia e Italia, luego evitando los países del nordeste europeo construiría el Nord Stream que conecta a Rusia y Alemania por el mar Báltico; y como si fuera poco remata con la consolidación de una naciente alianza con Turquía que terminaría por echar al traste el proyecto, a la vez que abría el mercado de venta de armas rusas hacia esa nación continuamente rechazada de la zona Euro.
Lo que proyecta el escenario es:
I) a corto plazo el capital de occidente no tiene formas de favorecer su posición relativa en Europa respecto a Rusia a través de alternativas cercanas que sustituyan la dependencia del gas.
II) debido a esto el actual acercamiento de Europa a Estados Unidos, es solo temporal, pero demuestra que esta disputa es un capítulo de la reconfiguración de las esferas de influencia de los bloques imperiales, donde sería esperable un mayor protagonismo de oriente medio.
III) El tanteo de las líneas rojas que establece cada bloque termina agudizando la crisis de acumulación, ya que el incremento de los precios de la energía que venía desde finales de 2021 empuja el incremento de la inflación que en busca de frenos tiende a aumentos en las tasas de interés en medio de una fuerte ampliación de la deuda acompañada del fracaso de las medidas fiscales y monetarias como vía hacia la recuperación económica. Finalmente, la caída de rentabilidad asusta a los inversores y sigue aumentando la presión inflacionaria dejando aún más escasos escenarios de refugio como los bonos de deuda y los commodities, con lo cual las contra tendencias de respuesta a la crisis van juntando sus caminos hacia la quema masiva de capital.
La coyuntura es síntoma de una profundización en la crisis de la tasa de ganancia que al amplificarse intensificará la explotación generalizada de la sociedad en medio de una creciente disputa entre capitalistas por apropiarse sus réditos. Pero donde el capital impone la muerte nacen oportunidades a proyectos emancipatorios, siempre que exista una aguda lectura del momento y una subjetividad política construida y encausada desde la organización que hoy más que nunca exige de nuestra solidaridad clasista a lo largo del mundo.
La coyuntura es síntoma de una profundización en la crisis de la tasa de ganancia que al amplificarse intensificará la explotación generalizada de la sociedad en medio de una creciente disputa entre capitalistas por apropiarse sus réditos. Pero donde el capital impone la muerte nacen oportunidades a proyectos emancipatorios, siempre que exista una aguda lectura del momento y una subjetividad política construida y encausada desde la organización que hoy más que nunca exige de nuestra solidaridad clasista a lo largo del mundo.
[1] Lukacs, J. (1997). El Hitler de la Historia. Madrid: Turner – Fondo de Cultura Económica.
[2] Pozniak, S. (2019). Chernozems of Ukraine: past, present and future perspectives. Soil Science Annual, 70(3), 193-197.
[3] Partners (agrogeneration.com)
[4] U.S.-Ukraine Business Council (USUBC)
[5] El dragón chino ‘se come’ un 5 % de Ucrania – RT
[6] según M. Roberts Es la única ex-república soviética que no ha recuperado su PIB per cápita y niveles de renta desde 1990
[7] Ukraine: Hobson’s choice – Michael Roberts Blog (https://thenextrecession.wordpress.com/2014/02/27/ukraine-hobsons-choice/)
[8] Ucrania suprime la moratoria sobre la venta de tierras agrícolas (ukrinform.es)
[9] Ucrania: atrapada en la zona de guerra | Economía | Europa | Viejo Topo (https://www.elviejotopo.com/topoexpress/ucrania-atrapada-en-la-zona-de-guerra/)
[10] 16% of natural gas consumed in Europe flows through Ukraine – Today in Energy – U.S. Energy Information Administration (EIA)
[11] Suministro de gas a Europa: ¿Podrían Argelia, Qatar e Irán sustituir a Rusia? (france24.com)
[12] El 75 % de las exportaciones de gas catarí se destina a los países del noreste de Asia (icex.es)
[13] El 80% del gas natural de la Unión Europea en 2050 será importado (eleconomista.es)
[14] Nabucco: el gaseoducto que se convirtió en sueño imposible – Russia Beyond ES (rbth.com)
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