Por: Sergio Latorre
El 24 de febrero de 2022, en horas de la madrugada, el presidente Ruso Vladimir Putin, iniciaba una operación militar especial hacia diferentes puntos estratégicos Ucranianos. Sus argumentos retóricos hacen ver este ataque como un mecanismo de defensa sin el cual la nación rusa no sería viable, o en palabras del mismo Putin:“… Esta es una amenaza real no solo para nuestros intereses, sino también para la existencia misma de nuestro Estado, para su soberanía”.
Con este llamado que evoca la soberanía imperial Zarista, Rusia entendió que los conflictos de las regiones de Luhansk y Donetsk eran los perfectos detonantes para su siguiente movimiento geopolítico en el tablero mundial que se caracteriza por una creciente disputa inter imperialista. Sobre esto volveremos más adelante, pero es importante hacer un rápido recuento de la historia reciente que han hecho de esta región al este de Ucrania, una de las protagonistas en la crisis actual.
Hace más de una década, en el año 2010, Ucrania era ya para entonces blanco de la disputa entre el capitalismo occidental y oriental, representados en ese momento por los candidatos presidenciales Yulia Tymoshenko y Viktor Yanukovych, respectivamente. Con una muy estrecha victoria de Yanukovych, Ucrania tomaba distancia política, económica y militar de los socios capitalistas de occidente. Ejemplos de ello fueron: el freno que su gobierno le puso a la OTAN para hacer parte de este organismo; y, por otro lado, el rechazo a los tratados políticos y económicos con la Unión Europea en 2013.
Tras este duro revés para el capitalismo occidental, la respuesta no se hizo esperar. Con una coalición conformada por políticos ultraconservadores, estructuras paramilitares neonazis e inteligencia aportada por la OTAN, se organizaron las llamadas “protestas de Maidan”, que desencadenaron una serie de eventos brevemente resumida en: 1) la pérdida de gobernabilidad por el presidente Yanukovuch quien más adelante abandonaría el país y seguidamente su cargo, 2) una retoma del poder por parte del aparato de represión militar en cabeza de Oleksandr Turchynov quien en breve pasaría el poder al ultraconservador y socio del capitalismo occidental Petro Poroshenko, 3) un arrinconamiento y asedio hacia las poblaciones ruso parlantes, quienes con la venia Rusa transitaron hacia formas de repúblicas independientes en Crimea y posteriormente en Luhansk y Donetsk, y 4) una sostenida e intensa guerra entre el aparato militar y paramilitares Ucranianos contra las nuevas fuerzas militares en estas regiones.
Este proceso de retoma parcial del poder por parte del capitalismo occidental y sus socios nacionalistas en Ucrania, ha significado un saldo hasta febrero de 2020, de más de 13.000 muertos y el desplazamiento de alrededor de un millón y medio de habitantes, principalmente en las regiones del este ucraniano en las que la alianza ejército y paramilitares como el autodenominado “Batallón Azov”, han avanzado sin cuartel desde 2014. Nuevamente, la retórica ideológica para justificar el avance, se sintetiza en el eslógan del entonces presidente Poroshenko: militares, lengua y fé; un programa de acción político militar que cobijado con un manto de nacionalismo reaccionario, legitimaba el genocidio.
Este genocidio sostenido se tradujo a nivel geopolítico, en que los socios capitalistas de occidente al estar nuevamente en una situación temporal de privilegio, tuvieron la confianza suficiente para que la bota de la OTAN avanzara de nuevo hacia el Este mundial con sus miras puestas hacia el continente asiático. Era de esperarse que este nuevo intento de avance por parte de la OTAN, generaría una fuerte tensión, pues desde 1990 el entonces presidente ruso Gorbachov aceptó que la OTAN incorporara a Alemania como país miembro, siempre y cuando esta “no avanzara un centímetro más”. Muy por el contrario, la historia desde entonces no ha sido otra, sino la de un avance ininterrumpido de la OTAN con el fin de generar cada vez más presión geopolítica hacia el Este mundial.
Sin embargo, este preludio de una guerra inter imperialista entre el capitalismo occidental y oriental, se expande más allá del este de Ucrania e involucra a un mayor número de actores. La tímida respuesta de occidente frente al ataque militar desplegado por Rusia hacia varios puntos estratégicos de la geografía Ucraniana, hace ver que por lo menos existe un cálculo de las consecuencias que una respuesta militar provocaría.
Con muchos ladridos y bravuconadas retóricas, pero sin mucha acción, los Estados Unidos están utilizando a sus aliados en Europa para tantear las aguas, incluso a sabiendas de sus limitados alcances, pues Rusia controla el grifo del gas del que la mayoría de países europeos dependen. La triste imagen del presidente ucraniano Zelenski al reconocer que “nos hemos quedado solos”, es por lo menos una demostración, aunque un tanto prematura, de que el capitalismo estadounidense tiene otros cálculos para la región y que estaría incluso dispuesto a dejar Ucrania a merced del ataque Ruso.
En los años de la guerra fría, Rusia era uno de los dos poderes mayoritarios en el planeta y tenía como aliados minoritarios a países como China, quien incluso jugaba como carta de negociación en la guerra imperialista entre Moscú y Washington. Hoy la situación es cualitativamente diferente y el crecimiento económico constante de China le ha dado su lugar como socio mayoritario del capitalismo oriental, siendo ahora Rusia el socio minoritario en esta alianza, pero con un aparato militar nada despreciable.
Todo parece indicar que en este round de guerra imperialista, Rusia puede lograr una mejor posición estratégica apuntando hacia la retoma del mercado Europeo, algo que EEUU estaría dispuesto a ceder, pues ello le permite concentrar sus esfuerzos hacia su estrategia de avance en el indo-pacífico, como lo demuestran sus nuevas aventuras con las coaliciones del QUAD (cuadrilátero de defensa conformado por Australia, Japón, India y Estados Unidos), y AUKUS (conformado por Australia, Reino Unido y Estados Unidos) [1]. La hasta ahora parcial victoria militar de Rusia, podría tener un fuerte revés económico si las sanciones anunciadas por Europa son lo suficientemente fuertes y sobre todo reales, algo que requeriría un mínimo consenso de una Unión Europea políticamente desgastada por disputas internas.
Este round es un preludio del escalamiento de la guerra económica hacia la guerra militar entre los capitalistas de oriente y occidente. Este momento permite también una mirada de mayor alcance más allá del maniqueísmo de la prensa dominante, el cual pretende abordar este episodio de formas binarias y simplistas como una batalla entre la democracia y la represión, entre la libertad y el autoritarismo. El desnudar esta guerra imperialista y despojarle de sus palabrerías en algunos momentos cargadas de derechos humanos y en otros de patrioterismo barato, nos permite entender que la máxima proletaria de paz entre pueblos, no es solo vigente, sino que se convierte en la posición más sensata posible.
Este espiral de guerra ya ha dejado saldos de miles de trabajadores muertos; anuncia un imposición de sanciones por parte de varios países hacia Rusia, lo que sin duda expondrá a la hambruna a millones de trabajadores en ese país; anuncia así mismo una respuesta por parte de Rusia que tendrá como consecuencia la reducción del suministro energético hacia Europa, lo que significa que millones de trabajadores en el viejo continente estarán en riesgo de no poder seguir pagando las tarifas crecientes de gas, ya de por sí muy costosas.
Las guerras del imperialismo solamente significan la miseria de los trabajadores del planeta. La respuesta por parte del proletariado debe ser la de la solidaridad entre los pueblos en medio de este duro momento particular, pero más importante aún, la de crear y fortalecer espacios de internacionalismo proletario lo suficientemente fuertes como para remover del control de mando a los capitalistas que tienen al planeta a las puertas de un nuevo baño de sangre.
[1] Una mirada más detallada sobre este particular se puede ver en el artículo de C. Raja Mohan en The Indian Express: “China has shown how not to conduct business with other states”. En: https://bit.ly/3M1pzx2
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